Voluntaria y por casualidad he visto varias veces el documental No distance left to run, y siempre al terminar me deja inquieto, con ganas de dibujar, escribir, platicar, hablarle a un amigo, destapar una cerveza o todas las anteriores a la vez.

No se a ciencia cierta cual sea el ingrediente activo de ese compendio audiovisual que me enfrenta de lleno con mis más personales cursilerías y que me causa una debilidad por las retrospectivas que tratan sobre los proyectos personales, el trabajar con amigos, perderlos, crecer, acumular recuerdos y raspones, es mi Titanic musical pero con güeritos menos carismáticos.

La primera vez que lo vi me llevó a hacerme un tatuaje compartido con mi mejor amiga que aún cicatrizaba mientras veíamos sonreír a un grupo de amigos que se hacen llamar Blur cada que coinciden en un lugar.

En otra ocasión tuve que hacer esta ilustración:

Y en ésta la más reciente, tengo cerveza y palabras desordenadas, inconexas y sensibleras de esas de las que ya esta harto el internet, pero que son su combustible diario.

Este post no es una recomendación, no es una crítica, no cuenta para el rating de Rotten Tomatoes, no es nada más que un ritual de hacer algo cada que aparecen esos créditos y que posiblemente ahorita me va quedando claro que ese ingrediente activo es puritita pinche inspiración.

Salúd Damon, Alex, Graham, David por esas distancias que ya no se dejan recorrer.